lunes, 13 de diciembre de 2010

Cultura del Cambio: Hacia una Ética de Pensamiento

“Un domingo por la mañana entro en el metro de Madrid, la gente estaba tranquilamente sentada, leyendo el periódico, perdida en sus pensamientos, otros descansando con los ojos cerrados. Entonces de pronto, entraron en el vagón un hombre y sus hijos. Los niños eran tan alborotadores e ingobernables que de repente se cambió el clima del vagón. El hombre se sentó junto a mí y cerró los ojos, en apariencia ignorando y abstrayéndose de la situación. Los niños vociferaban de aquí para allá, arrojando objetos, incluso arrebatando los periódicos a la gente. Era francamente molesto. Pero el hombre sentado a mi lado no decía nada. Era difícil no sentirse molesto. No podía entender que fuera tan insensible como para permitir que los chicos corrieran salvajemente, sin impedirlo ni asumir ninguna responsabilidad. Se veía que los que estaban allí se sentían realmente irritados. De modo que, finalmente, después de haber agotado mi paciencia, me volví hacia él y le dije: “Señor, sus hijos están molestando a muchas personas. ¿No puede controlarlos un poco más?

El hombre levantó los ojos como si sólo entonces tomara conciencia de la situación, y dijo con suavidad: “¡Oh!, tiene razón. Supongo que yo tendría que hacer algo. Volvemos del hospital donde su madre ha muerto hace más o menos una hora. No sé que pensar, y supongo que tampoco ellos saben cómo reaccionar”.

Os podéis imaginar lo que sentí en ese momento (cambio de paradigma). De pronto VI las cosas de otro modo. Y como las VI de otro modo, PENSÉ de otra manera, SENTÍ de otra manera, ME COMPORTÉ de otra manera. Mi irritación desapareció. Era innecesario que me preocupase por controlar mi ACTITUD o mi CONDUCTA. Mi corazón se vio invadido por el dolor de aquel hombre. En ese momento surgieron sentimientos de simpatía y compasión: “¿Su esposa acaba de morir? Lo siento mucho… ¿Cómo ha sido? ¿Puedo hacer algo? TODO CAMBIÓ AL INSTANTE.

Extracto del libro de "Los siete Hábitos de la gente eficaz" de Stephen R. Covey, que sin duda no nos puede dejar indiferentes.

1 comentario:

  1. Estoy convencido que todos pensamos "bien" acerca de nosostros mismos. Lo que hecemos siempre lo entendemos como lo adecuado. ¿Qué nos hace entonces pensar que los demás, cuando se comportan como lo hacen, dicen lo que dicen, no lo hacen desde ese mismo convencimiento?
    Sinceramente, podemos ganar en salud si somos capaces de no tratar de "leer la mente" de los demás, presuponiendo lo que piensan, o sus motivaciones para actuar.

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