martes, 31 de marzo de 2009

Cultura de Propósito I


Existe una Realidad que trasciende al Éxito y al camino de los resultados. Es aquella en la que tus pensamientos, sentimientos, creencias y conductas se armonizan con el descubrimiento del sentido de “tu” Vida, de “tu” Propósito. El niño interior que todos llevamos dentro encuentra respuesta al por qué y el para qué ha sido concebido. El niño que busca el “aliento vital” en su nacimiento, deja su estado de ser "uno" con el vientre de la madre que la engendra, para existir en el mundo. Hasta ese momento su esencia es el Amor, la Armonía y Equilibrio. Es el “Principio” de la vida. Un acto de Amor en la que la vida abre paso a la vida a costa de la propia vida. Su presencia en el mundo le descubre el sufrimiento y dolor físico y lo pone en un nuevo estado en el que, la supervivencia, la competencia, le exige “aprender” para superar con éxito los retos que la vida exige. Ese niño, lo llevamos dentro cada uno de nosotros preguntándose de modo inconsciente el por qué y para qué de vivir. Olvidó su estado primigenio en el que no necesitaba nada, porque el Amor era lo único conocido. La Plenitud era su estado natural.
Sólo cuando hacemos ese viaje de retorno de modo consciente, aceptándonos y comprendiendo que como ser humano no necesitamos demostrarnos nada porque lo somos todo (Dignidad), es cuando la vida recuerda su sentido de existir: Amar. Ese estado de Plenitud en el que no se necesita nada. Ese estado en el que no precisamos nuestro Ego para sobrevivir, porque lo reconocemos como el fruto de la separación del seno materno, momento en el que creamos una nueva Identidad. Vernos diferentes nos hace creernos "especiales".
Es en este momento cuando iniciamos un camino hacia el “desap-ego” (Desaparición del Ego) de todo aquello que hemos venido adquiriendo en el proceso de conformar nuestra personalidad. El Ego, hasta ese momento, ha tenido vida propia, alimentándose de todo aquello que le ha conferido su sentido; a saber, todo aprendizaje y experiencia de vida que le diferencia de otro ser humano.
En este proceso de desap-ego y en la medida que nos acercamos al estado de Amor, Armonía y Plenitud del momento de nuestra concepción, nuestra vida se inunda de estos PRINCIPIOS (en el sentido de que estaban en el inicio). Vivimos con la "sensibilidad" y "ternura" que inspira un recién nacido. Su "inocencia" (estado de no conciencia) inspira nuestras acciones y se asienta en una actitud de "bondad" hacia los demás, al reconocer que Tu y Yo no somos diferentes. Vemos el mundo desde la "belleza" de las cosas y empezamos a descubrir el Corazón (primera experiencia de la concepción de la vida) de las personas. La "com- pasión" con la que descubre el recién nacido el mundo, nos hace vivir cada momento como único, haciéndonos com- prender (en el sentido de volver a aprender) con "claridad" la Realidad. La "alegría" aparece en nuestra vida como expresión del des- cubrimiento (en el sentido de quitarnos las experiencias con las que el Ego nos ha ido cubriendo) que estamos realizando. La "pureza" (algo que no está contaminado) que irradia al recién nacido, nos confiere los Principios sobre los que asentamos Valores de Orden Superior: Amor, Paz, Armonía. Estos Principios inundan nuestros Pensamientos desarrollando una Ética de Pensamiento sobre la que construimos nuestras Creencias (en el sentido de dar Fe).